martes, 28 de abril de 2009

Pensé que dejaba algo valioso

Dejaba ese pecado...

Me parecía despojarme de algo valioso, y me aferraba a no dejarlo. Era tan atractivo, era tan complaciente, era tan emocionante. Pensé que no podía ser cierto que estuviera tan mal. Sí, a la luz de la Biblia está mal pero "amí me gusta tanto", pensé.

Porsupuesto que nada de esto lo decía, parecía que quería estar con Dios y disfrutar de aquello al mismo tiempo.

Pero no fue sino hasta que vi la gloria de Jesús. La soberanía del Señor que Isaías observó en el templo, la eternidad, la autoexistencia y su autosuficiencia reveladas en su nombre: el Yo Soy. No fue sino hasta que miré su autoridad y omnipotencia calmando tempestades, alimentando a miles. Fue cuando lo vi resucitar, cuando se fue y prometió estar conmigo. Cuando lo vi en su trono junto al Padre y cuando lo veo regresando, reinando sobre el mundo con su imponente presencia y su gobierno.

                       Entonces entendí lo que es valioso: Jesús el más precioso tesoro.

Después de esto ¿Quería estar con él? ¡Vaya que sí! Anhelo estar con él. Nadie que lo vea en realidad tal cual es él deseará estar en otro lado. Es irresistible, es él quien satisface todo deseo del corazón.

Y evidentemente aquél pecado que me parecía satisfactorio perdió todo su valor. No solo eso, sino que pasó de ser valioso para mí hasta convertirse en algo repugnante. Sí, me dolió dejarlo, pero tengo a Jesús y él llena todas mis expectativas, es más, las rebasa por mucho, mucho más de lo que puedo explicar con palabras.

Al final no dejé algo valioso... gané una relación más íntima y de incalculable valor con mi precioso Salvador.

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