miércoles, 14 de enero de 2009

Al Cristo resucitado

No me mueve, mi Dios, para quererte

el cielo que me tienes prometido,

ni me mueve el infierno tan temido

para dejar por eso de ofenderte.


Tú me mueves, Señor, muéveme el verte

clavado en una cruz y escarnecido,

muéveme ver tu cuerpo tan herido,

muévenme tus afrentas y tu muerte.


Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,

que aunque no hubiera cielo, yo te amara,

y aunque no hubiera infierno, te temiera.


No me tienes que dar porque te quiera,

pues aunque lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.

- Anónimo.

sábado, 3 de enero de 2009

Lo cotidiano

Es quizás la antipatía del cristiano la que hace que se pierda el fuego que una vez parecía encender un bosque entero, el fuego que avivaba todo su ser. Su primer amor.
Y se perdió una vez en el camino porque el cristiano no supo atesoralo, porque pensó que realmente no valía la pena conservarlo. Pero despues de días, meses, quizás años de malgastar su vida, el verdadero hijo de Dios anhela incesantemente estar cerca de Jesús.
Porque no encuentra otro lugar en donde pueda estar en calma, saciado, limpio de su pecado.

"Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él..." Colosenses 2:10,11

Si tú estás lejos de casa... ¿Por qué no invitas a Jesús a venir a ordenar las cosas? El Señor te espera con su cotidiana y dulce disposición a perdonarte, y recibirte, y regresarte de nuevo al lugar al cual realmente pertences.